
¿Os imagináis por un momento pudierais ver como dais vuestro primer paso en directo, o hablar con vuestro yo de hace unos años? ¿Qué os diríais?
La trampa del pasado es según el libro tus zonas erróneas uno de los errores mentales más frecuentes. En esta zona errónea nos pasamos todo el rato preguntándonos que hubiera pasado si no hubiera ocurrido tal cosa o si nos hubiéramos atrevido a hacer tal otra. O asimilamos experiencias que nos han ocurrido como si fueran parte de nosotros o nuestra personalidad.
Según estudios científicos, se estima que tenemos unos 60.000 pensamientos diarios y la mayoría son negativos, repetitivos y del pasado.
Visto con estos datos parece que pudiéramos estar viviendo en una cárcel mental, aún así hay que dejar claro que el pasado no es siempre es malo y puedes albergar millones de recuerdos preciosos que te encanten visitar mentalmente.
Todo lo que habéis vivido os ha llevado a este momento. Creo personalmente que si pudiera hablar con mi yo de 16 años no le daría ningún consejo salvo algunas palabras que me dijo mi abuelo casi con esa edad (tengo 29 años). Le diría a mi yo de ayer que todo lo que haga posiblemente tenga un sentido, que lo malo será aprendizaje, que lo bueno será un gran recuerdo, que intente fluir más y pensar menos y el consejo que me dio mi abuelo, un hombre muy sabio que murió con 92 años: que intente siempre ser buena persona. (Se que esto de buena persona es un termino muy relativo, pero a buen entendedor pocas palabras bastan).
Hay un dicho muy bueno del budismo que dice: el maestro aparece cuando el alumno está preparado. Esta frase me hace pensar en el concepto de flow o fluir, y es que las cosas ocurren cuando uno debe aprender de ellas o esta preparado para que ocurran. Por lo menos, eso me gusta pensar a mi. En la vida tendremos muchos maestros y cada persona que pasa por vuestras vidas es alumno y maestro a la vez, ya que cada una de ellas te dará algún conocimiento o lección necesaria.
Tan importante es aprender como desaprender. Se habla mucho de que la vida es un continuo proceso de aprendizaje, pero personalmente creo que debemos aprender a desaprender. Es decir, está bien que adquiramos nuevas habilidades, competencias, conocimientos, ideas y puntos de vista que cambien nuestra mente y a nosotros mismos, pero es tan importante eso como olvidarte de falsas creencias del pasado que pueden estar condicionándote.
“En tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje se adueñarán del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo todo estarán bien equipados para un mundo que ya no existe.” Eric Hoffer, escritor y filósofo estadounidense.
Decía Albert Einstein con referencia a la frase anterior, si no quieres los mismos resultados no hagas siempre lo mismo. Esto quiere decir que si estamos fracasando en algo quizás debamos cambiar la estrategia. Y no solo eso lo más importante es que algo que tenía éxito antes puede que no sirva ahora. Os aseguro que si intentara ligar de la forma en la que lo hacía en 2006 tendría que ir a la tienda a comprarme muchos gatos, cosa muy licita por cierto.
No hay nada como una casa ordenada, transfierase también a la mente. Libérate del espacio innecesario y de las cosas que ya no te aportan nada a nivel mental. Falsas creencias y limitaciones autocreadas.

Elimina los yo soy. Tú no eres, hasta ahora solo has escogido actuar de una forma que determina que pienses que eres de tal forma.

Creo que hasta que la ciencia no invente los viajes en el tiempo no podremos hablar con nuestro yo de hace unos años. Pero mi consejo es que asumas lo que eres en este momento, integrate con todos tus yo y date cuenta que eres el resultado de toda las cosas que han sucedido y has hecho en tu vida. Agradecelo, aprende, desaprende y toma el control.
¿Y tú que le dirías a tu yo de ayer?
Nunca es demasiado tarde para que alguien rectifique.
Que la gente ya no busca espejos donde mirarse,
Solo malos ejemplos que los justifiquen.
Que la línea que más cuides sea la de tu sonrisa,
Y que sea más curva cuanto más la cuides.
Y que todo el que te mire vea
Que la vida se mide en los momentos en los que te sientes vivo
Así que ¡vive!
Rayden- A mi yo de ayer.
Wolfpsychology. Jose Alberto Pereira Núñez. Psicólogo sanitario. AN10227.
Gracias, gracias y gracias.
Cuento Zen: dos monjes y una mujer.
Erase una vez, dos monjes zen que caminaban por el bosque de regreso a su monasterio.
En su camino debían de cruzar un río, en el que se encontraron llorando una mujer muy joven y hermosa que también quería cruzar, pero tenía miedo.
– ¿Que sucede? – le preguntó el monje más anciano.
– Señor, mi madre se muere. Está sola en su casa, al otro lado del río y no puedo cruzar. Lo he intentado – siguió la mujer – pero me arrastra la corriente y nunca podré llegar al otro lado sin ayuda. Ya pensaba que no volvería a verla con vida, pero aparecisteis vosotros y podéis ayudarme a cruzar…
– Ojalá pudiéramos ayudarte – se lamento el más joven. Pero el único modo posible sería cargarte sobre nuestros hombros a través del río y nuestros votos de castidad nos prohíben todo contacto con el sexo opuesto. Lo lamento, créame.
– Yo también lo siento- dijo la mujer llorando desconsolada.
El monje más viejo se puso de rodillas, y dijo a la mujer: – Sube.
La mujer no podía creerlo, pero inmediatamente cogió su hatillo de ropa y montó sobre los hombros del monje.
Monje y mujer cruzaron el río con bastante dificultad, seguido por el monje joven. Al llegar a la otra orilla, la mujer descendió y se acercó con la intención de besar las manos del anciano monje en señal de agradecimiento.
– Está bien, está bien- dijo el anciano retirando las manos. Por favor, sigue tu camino.
La mujer se inclinó con humildad y gratitud, tomo sus ropas y se apresuró por el camino del pueblo. Los monjes, sin decir palabra, continuaron su marcha al monasterio… aún tenían por delante diez horas de camino.
El monje joven estaba furioso. No dijo nada pero hervía por dentro.
Un monje zen no debía tocar una mujer y el anciano no sólo la había tocado, sino que la había llevado sobre los hombros.
Al llegar al monasterio, mientras entraban, el monje joven se giró hacia el otro y le dijo:
– Tendré que decírselo al maestro. Tendré que informar acerca de lo sucedido. Está prohibido.
– ¿De qué estás hablando? ¿Qué está prohibido? -dijo el anciano
– ¿Ya te has olvidado? Llevaste a esa hermosa mujer sobre tus hombros – dijo aún más enojado.
El viejo monje se rió y luego le respondió:
– Es cierto, yo la llevé. Pero la dejé en la orilla del río, muchas leguas atrás. Sin embargo, parece que tú todavía estás cargando con ella…